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¿Regular o no regular?

Por Ángel Castañeda Manrique

Pocas veces durante la vida de una persona, es posible ver tantos cambios sucediendo, y sin embargo, tal vez por ese principio de la inercia, no ser conscientes de los mismos.

En efecto, dentro de los muchos aspectos que enfrenta la humanidad en general, se encuentra la Inteligencia Artificial, como una tecnología disruptiva, cuyos efectos y consecuencias no están muy claros, pero que generan al mismo tiempo, esperanza y preocupación de manera simultánea.

La gente en general, en razón precisamente de esa incertidumbre, pide a los Estados una reacción, para que esa preocupación sea considerada un “interés general”, y por tanto, los Estados procedan a regular esa nueva tecnología “antes de que sea demasiado tarde”. (Ver al respecto la Decisión Ejecutiva del Presidente Biden)

La solicitud que hace el público, a través de las redes y los lideres de opinión, terminan en las instituciones de representación (Congresos y parlamentos), para que estos actúen  respecto de la Inteligencia Artificial, lo cual, no deja de ser curioso, en un momento donde las instituciones democráticas en general, están pasando por una época de desprestigio, pero que, sin embargo, mantienen las fuerzas suficientes para ser concebidas como el deber ser, como los entes que arreglarán los efectos negativos y potencializarán los positivos de esa nueva tecnología.

Pero en realidad la pregunta que sobresale es ¿Regular la inteligencia artificial para que?

Para poder poner la discusión en contexto, me propongo poner dos ejemplos que me parecen son dicientes de lo que podría traer de beneficio, así de la forma “negativa” como se podría usar, de la siguiente manera:

Ejemplo 1. La Inteligencia artificial en Salud

Si bien es claro los avances que la humanidad ha tenido en salud, en todos los sentidos, incluido sin duda el tecnológico, es claro que cada vez más personas necesitan más el servicio (simplemente porque somos más habitantes sobre la tierra), se requieren cada vez más recursos destinados con ese propósito, y sobre todo, más eficacia y eficiencia en la prestación del mismo.

Eficacia para lograr los objetivos, como por ejemplo, abolir la malaria, o la tuberculosis, o cualquier enfermedad que hoy pareciera del pasado, pero que sigue cobrando víctimas a nivel mundial. Eficiencia en la medida que tenemos que hacer mejor uso de los recursos existentes, de manera que alcance para más personas.

Pues bien, con la Inteligencia Artificial aplicada, eso se podría lograr. Por ejemplo, si todos los médicos y los pacientes alimentaran una base de datos de manera anónima con cada uno de sus casos, el diagnóstico de los pacientes, los exámenes que hicieron, los tratamientos que implementaron, el desarrollo del paciente, desde que come hasta como se comporta su cuerpo, serviría mucho para todo el proceso tanto de evaluación como de tratamiento del paciente.

La inteligencia artificial entonces, con el diagnóstico que pueda hacer el médico, sería capaz de decirle, con algún grado de probabilidad, que tipo de dolencia tiene el paciente, y al mismo tiempo, con un mayor grado de certeza, el tipo de exámenes que se requeriría, para confirmar o no el diagnóstico.

Esto resulta más eficiente, porque el médico no tendría que ir adivinando según su propio conocimiento y experiencia, sino que tendría a su disposición no una base de datos, sino los resultados de esa base de datos, que permite que, como grupo, podamos capturar las ventajas de las experiencias de cada una de las personas enfermas. Esto, por supuesto, debería llevar a un ahorro de recursos, y por lo mismo a una liberación de los mismos, para tener un mayor alcance poblacional.

Es más eficaz, porque permitiría ubicar con mayor rapidez el caso, el tipo de enfermedad, y tratamiento y la forma de proceder.

Este es un sector que resulta ganador, por lo menos en este escenario básico.

Ejemplo 2. Perfilamiento de la población

Un ejemplo que tiene complicaciones éticas, es sin duda alguna el perfilamiento de la población a partir de la inteligencia artificial. El caso más diciente de esto está en China, donde la población es monitoreada tanto por el celular, como por las cámaras públicas y privadas, además del seguimiento y bloqueo en redes que se hace de cada uno de los habitantes, sea nacional o extranjero.

El perfilamiento en principio se presenta como una forma de controlar y de prevenir el delito. Por ejemplo, una cámara en un aeropuerto, es capaz de establecer un comportamiento anormal de una persona, y está en capacidad de determinar con algún grado de certeza, si la persona presenta signos de nerviosismo anormales, que pueden estar asociados a algún comportamiento delictivo; la inteligencia artificial analiza las micro-reacciones de la persona, genera una alarma y le corresponderá a un humano hacer la verificación del caso. Esto previene posibles delitos y se acomodaría bien a lo que concebimos como un objetivo de “interés general”.

Hasta aquí, diría uno, pues el que nada debe, nada teme.

Pero imaginémonos que esa misma tecnología se utiliza para perseguir movimientos políticos, de oposición o no, y por lo mismo, a limitar de manera abusiva el derecho a la libre expresión de las ideas, lo cual es posible, incluso en países con democracias consolidadas, mejor dicho, que el supuesto delito no existe.

De acuerdo con estos dos ejemplos, volvamos a considerar la pregunta:

¿Regular para que?

Saber que es lo que se quiere regular es muy importante, no solo porque permite determinar el tipo de instituciones que se requiere, sino además sus objetivos y funcionamiento, cuando se decide intervenir mediante la regulación misma.

Pero el acto de decidir regular, no es una decisión cualquiera, ni menos garantiza que se logre el “interés general”; es posible que ocurra todo lo contrario, y que la humanidad no logre capturar los beneficios esperados.

En efecto, cuando se decide regular, la sociedad en general toma la decisión que otro, una persona generalmente investida de funciones públicas, tome las decisiones, que se asumen como correctas, al punto que a dichas decisiones les otorgamos la presunción de legalidad, es decir, la presunción de que son hechas de buena fe, en función de ese interés general, y que van a beneficiar a la población, lo cual no siempre es cierto.

Los ejemplos antes mencionados nos sirven de campo de observación para entender el alcance del planteamiento

En el caso de la salud, los asuntos que enmarcan la decisión, deberían enfocarse en la construcción de la base de datos, en que su acceso sea público y que no pueda ser capturado por un solo agente para su exclusivo beneficio,  en que pueda capturarse la mayor cantidad  de datos de las personas, que esos datos tengan la garantía que sean anónimos (en la medida que la persona pudiera estar interesada en colaborar, pero sin revelar por ejemplo de lo que está enferma), y que esas bases de datos puedan ser utilizadas por expertos, precisamente para lograr los objetivos.

¿Deber regularse el desarrollo de este tipo de comportamientos, que el sector privado irá desarrollando por interés económico o por altruismo? ¿Deben ser públicas las bases de datos? ¿Qué tipo de regulación implementar?

La pregunta no es menor, porque una mala regulación, puede generar barreras al desarrollo, que impediría que se pudiera capturar los beneficios de la misma.

En el segundo ejemplo, el del perfilamiento de la población, el asunto es mucho más complejo, fundamentalmente porque al que hay que controlar es al Estado en el ejercicio de sus funciones, y al uso abusivo de la tecnología.

Claramente las sociedades todas, en todos los niveles, se benefician de tener más seguridad, pero se destruyen cuando no tienen garantizada la libertad de expresión y las libertades políticas asociadas.

En fin, todos deberíamos estar atentos al desarrollo de estas tecnologías, para capturar los beneficios y estar alerta frente a las amenazas.

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